Gamonal: la gota que colmó el vaso

Carlos M. Ozcáriz

Estos días estamos asistiendo a un fenómeno que, dada su singularidad –especialmente en nuestro país- , está en el epicentro informativo y en la mente de muchas personas.

Más allá de los titulares grandilocuentes (y consabidos) de ciertos diarios y medios, que hacen del estallido de la violencia, su único interés cuando se trata de hablar de las manifestaciones de la ciudadanía, estamos asistiendo a un episodio relevante. Un barrio sencillo de una ciudad que rara vez sale en las noticias, se ha rebelado contra la decisión del Ayuntamiento de iniciar unas obras de remodelación de una de las calles del barrio, para convertirla en boulevar y aparcamientos subterráneos.

El fondo de esta rebelión no es en sí la obra de remodelación de la calle Vitoria o el planeado boulevar. Lo que ha llevado a las vecinas y vecinos del barrio de Gamonal a la calle ha sido la indignación y el hastío frente a la insensibilidad de un ayuntamiento al que las obras le importan mucho más que la situación de sus habitantes.

Policía antidisturbios frente a manifestantes
Fte. EFE / Santi Otero

Quizás quien escuche los telediarios estos días puede pensar que los disturbios desatados con las protestas, que hasta la fecha se han saldado con 40 detenciones, no son la mejor manera de reivindicar, reclamar o expresarse en una sociedad democrática. Pero no tenemos que olvidar que las vecinas y vecinos de este barrio llevan meses manifestándose en contra de estas obras de forma pacífica, sin que, hasta ahora, sus reivindicaciones y malestar hayan influido para nada en el equipo político que rige esta ciudad.

Aunque la asociación que inició la movilización contra las obras condenó los actos violentos y se disolvió en el mismo momento en que comenzaron los disturbios, la Federación de Asociaciones de Vecinos de Burgos ha salido al paso de tanto exabrupto y condena mediática, comparando la violencia callejera con las decisiones políticas que recortan derechos, libertades, servicios y calidad de vida: «Tan violentos son los que queman contenedores, tiran piedras y generan climas de tensión, como los que congelan el salario mínimo interprofesional, permiten los desalojos y anulan las ayudas sociales».

La historia viene de largo. No es cualquier historia. No es tampoco cualquier obra y, no es, por último, cualquier empresa la que ejecuta dichas obras. Cuando la vecindad se ha enterado de quién está al frente de la empresa adjudicataria es cuando la protesta, pacífica desde octubre hasta ahora, ha devenido en disturbios y algaradas callejeras. Porque el trasfondo de esta licitación huele demasiado a corrupción.

El constructor que está en el origen de estos hechos se llama Antonio Miguel Méndez Pozo, aunque todo el mundo le conoce como Michel Méndez Pozo, apodado «el jefe». Durante años, él y sus amigos manejaron las recalificaciones del Ayuntamiento, que controlaba la derecha. No sólo se dedica al ladrillo. Es también dueño del Diario de Burgos, el periódico más leído y con más influencia en la provincia. Condenado en 1992 a siete años de cárcel por el llamado “Caso de la construcción e Burgos”, sólo cumplió nueve meses, antes de salir de la cárcel en tercer grado (el entonces alcalde de Burgos, José María Peña, condenado a 12 años de inhabilitación pública, fue indultado en diciembre de 2000 por el Gobierno de Aznar, su valedor y “amigo”). Tras su salida de la cárcel volvió después a presentarse a las municipales, donde salió elegido concejal (Referencia publicada en El País en 1992).

La vecindad de Gamonal ha “tocado fondo”. No cabían en ellos y ellas más “razones oficiales” y más “lavadas de cara”. Esta vez no valía inhibirse, mirar hacia otro lado, refugiarse en la propia cotidianidad y volverse a dar a unx mismx –otra vez- ese “barniz” de la desconexión que nos protege ante la barbarie, aislándonos de ella. Esta vez había que rebelarse y llegar hasta el final.

Los hechos en Gamonal no son actos aislados. Estos brotes de indignación y rebelión popular comienzan a verse cada vez más en diferentes puntos de nuestra vieja Europa. Recientemente, y aunque los medios lo hayan acallado, hemos sabido de las revueltas ciudadanas en la ciudad de Hamburgo (Alemania) ante el cierre y desalojo del Centro Social Ocupado “Rote Flora” que llevaba 24 años funcionando en el barrio. Estos disturbios han llegado hasta la declaración del estado de excepción en distintos barrios de la ciudad. También a Merkel  la gestión de estos hechos le salió mal, y esta revuelta ciudadana traspasó, primero los límites de su ciudad (se ha extendido a otras ciudades alemanas) y después los de su propio país, al haber proyectado imágenes rompedoras del halo de “país ejemplar y sin problemas” que Alemania proyecta sobre Europa desde hace años y, especialmente, desde el comienzo de la actual crisis.

¿Qué está pasando? Seguramente estamos asistiendo a un “cambio de rumbo” en el devenir que está tomando  la respuesta a las políticas de extremo ajuste a la ciudadanía, de las que no se libra ningún país -en distinta intensidad-. Las poblaciones están rebelándose de forma contundente ante tantas decisiones injustas que, cada día y cada mes, “caen” sobre las cabezas de miles y miles de trabajadores y trabajadoras, auténticos “paganos” del desmán al que les han llevado, por una parte el capital especulativo y, por otra, la activa protección de este por parte de todos los estados. Unos estados que han pasado sin rubor de garantizar –al menos, formalmente-  los derechos de sus poblaciones (Un estado está para defender a sus ciudadanos/as) a venderse y proteger con sus decisiones a los grandes poderes fácticos que controlan la economía mundial.

En los últimos años hemos asistido a cientos de manifestaciones pacíficas de protesta por parte de la ciudadanía en la mayor parte de ciudades de nuestro país. A muchas de ellas hemos asistido. Pero hemos comprobado que casi ninguna ha servido realmente para nada. Ha habido escasísimas “marchas atrás” o cambios de parecer por parte de los políticos que nos gobiernan. Su osadía y falta de respeto a la ciudadanía ha gestado inverosímiles argumentos y términos (recordemos la nefasta “mayoría silenciosa” acuñada por Rajoy en numerosas ocasiones). Y lo peor de todo, es que, aunque hemos hecho oír nuestra voz, no sólo no ha sido escuchada, si no que ha sido despreciada y ”ninguneada” al tratarnos como a imbéciles.

Todo ello nos ha llevado a un estado de “apatía” generalizada en el que la sociedad paulatinamente ha ido sumiéndose desde el 15M, al comprobar que la maquinaria del poder, desde entonces, apenas ha sufrido simples “arañazos”, y las cosas no sólo no han ido a mejor, si no que han empeorado en casi todo.

Insertos en una crisis de legitimidad democrática sin precedentes en nuestra reciente historia, hechos como el que referido en este post nos hacen abrir los ojos a la vez que experimentamos sensaciones contradictorias: por un lado, la lectura de que sólo la violencia puede hacer cambiar las cosas (finalmente, a día 14 de enero, el alcalde de Burgos ha paralizado temporalmente las obras); por otro, la esperanza de que todavía es posible cambiarlas si nos unimos la ciudadanía y estamos dispuestxs a llegar hasta el final (que no es la hora de finalización de una mani).

Existen vías más contundentes que las rebeliones callejeras y, a diferencia de estas, no acuden a la violencia material o física como medio. Me refiero a la desobediencia civil que también en numerosas iniciativas, todavía embrionarias por su simbólico seguimiento, apuntan a “victorias” posibles y reales. Desde EQUO nos hemos sumado a la llamada “DeSOLbediencia” o desobediencia solar, promovida por la Plataforma por un Nuevo Modelo Energético. Pero existen muchas más, algunas tremendamente efectivas, como la campaña de paralización de desahucios “Stop desahucios” promovida por la PAH, que ha sido y sigue siendo un referente de “pedagogía” social y ciudadana …

Equo - Estado de la nacionLa manipulación informativa es uno de los mayores enemigos que la ciudadanía tiene para su movilización y activación. Con ella nos topamos en cualquier iniciativa colectiva que nos “saca a la calle”. Hay infinidad de ejemplos de los que podemos echar mano, algunos convertidos en eslóganes cantados desde hace mucho tiempo en las manifestaciones (“luego diréis que somos cinco o seis”). En el caso de la vecindad de Gamonal hemos podido comprobar, estupefactos, las declaraciones del Secretario de Estado de Seguridad, afirmando que las revueltas estaban siendo alentadas por grupos “bien conocidos” de fuera de Burgos (todos los detenidos residen en Burgos…), o algunas portadas de diarios claramente tendenciosas, desmontando lo afirmado por las vecinas y vecinos, tachándolo de mentiras. Pero, contra todo pronóstico, lo acaecido en Burgos ha ganado, al menos por una vez, la batalla mediática y de comunicación.

Hay una cuestión visible tras estos hechos: algo está cambiando en la ciudadanía. La población no soporta más recortes, mentiras, corrupción, injusticia… y hemos de ver estos acontecimientos con la esperanza de que no todo está perdido y de que hoy, más que nunca, es necesario impulsar iniciativas de participación que empoderen de nuevo a la ciudadanía frente a la barbarie de los poderes económicos y la complacencia de la mayor parte de la clase política.

Y desde EQUO estamos en ello. ¿Te animas a participar?