Esperanza Aguirre, la «meteopolítica»

El Boletín Oficial de la Comunidad de Madrid del pasado 27 de febrero hacía pública la adjudicación a la empresa privada Radiometer Physics Gmbh por parte del Canal de Isabel II a través de un contrato que asciende a 118.500 € por la instalación y puesta en servicio de un equipo radiómetrouna encaminado a incrementar la precipitación de nieve en la cuenca del río Lozoya mediante estimulación de las nubes.

Grupos ecologistas ha solicitado información al respecto dada su posible repercusión ambiental, considerando que en tiempos de crisis no debería derivarse dinero público en este tipo de proyectos. A pesar de la absoluta falta de información al respecto, se ha sabido que el Canal de Isabel II está incluido en el Proyecto «TecoAgua», liderado por la empresa privada Befesa Agua. El objetivo principal de este proyecto es el desarrollo de tecnologías para la generación de recursos hídricos alternativos, entre los que se encuentra la estimulación de las nubes para favorecer las precipitaciones en forma de nieve. Tampoco sabemos si la Agencia Estatal de Meteorología (A.E.M.E.T.) había intervenido en el proyecto o si va a hacerlo en breve, pues seguramente tenga bastante que opinar al respecto.

Es imprescindible que todos los madrileños conozcamos el impacto que pudiera suponer en una de las zonas más valiosas ambientalmente, una de las principales áreas productoras de recursos hídricos y donde se concentra buena parte de los embalses de la región. El sobrevuelo de avionetas y la utilización de productos químicos para estimular la producción de nieve, en esta zona, pudiera ser nefasta para el equilibrio ecológico, la calidad de las aguas y el suelo y por ende para la salud de las personas, siendo mucho más útil el empleo de estos fondos públicos en medidas mucho más reales y eficaces, como llevar a cabo actuaciones de concienciación ciudadana sobre la necesidad de ahorrar agua, así como en reducir las pérdidas en las redes de distribución, establecimiento de jardines de bajo consumo, mayor reutilización de aguas residuales depuradas, etc., todas ellas actuaciones que sí generan un volumen importante y sobre todo real, de agua.

Ya en 2006, Esperanza Aguirre y el Gerente del Canal de Isabel II, en ese momento Ildefonso de Miguel, coqueteaban con la idea y declaraban que este tipo de tecnologías suponían un coste de un millón de euros anual y requería disponer de una flota de avionetas que disparasen yoduro de plata a las nubes. Desde entonces no se ha vuelto a conocer dato alguno sobre la intención y actividades del Gobierno regional.

La opinión de los expertos

La opinión de los expertos no es particularmente favorable al procedimiento de producción de precipitaciones ya que sus resultados están llenos de incertidumbres. José Antonio Maldonado, meteorólogo profesional, escribió en 2009 un artículo sobre el tema del que destacamos su conclusión:

«Lo que parece claro es que modificar el tiempo, compitiendo con las fuertes energías que prevalecen en la atmósfera, es una tarea, hoy por hoy, imposible excepto con carácter muy local, aunque siga habiendo empresas o entidades que pregonen lo contrario.

La conclusión final a la que se puede llegar es que los primeros éxitos llevaron a un desmesurado optimismo que posteriormente disminuyó sensiblemente y que en la actualidad no existen criterios cuantitativos y objetivos para determinar dónde y qué clase de nubes deberían sembrarse para obtener, con garantías, resultados satisfactorios. Y aunque la intensificación de la precipitación o la supresión del granizo continúan siendo una potencialidad real aún queda mucho por investigar tanto en la física de la atmósfera como en los laboratorios.

Habrá que contar, además, cuando la tecnología permita superar las deficiencias actualmente existentes para llevar a cabo esas modificaciones parciales del tiempo, con problemas jurídicos que de hecho se han planteado en algunas ocasiones. Los beneficios que un aumento de precipitación puedan suponer para determinados cultivos pueden ser perjudiciales para los colindantes. Se pueden producir lo que se denomina efectos fuera de zona, robo de nubes u otras circunstancias (una vez más, es aplicable aquello de que nunca llueve a gusto de todos).

Habrá que reglamentar, por tanto, cuidadosamente, las actividades que en este campo se realicen y en esa línea de colaboración para la elaboración de directrices deberán trabajar las comunidades internacionales.»