Este lunes los líderes mundiales inauguraron COP21, donde esperan lograr un acuerdo global para frenar el cambio climático. Tal y como se esperaba, los jefes de Estado han dado brillantes discursos basado en “retóricas de salva-mundo” que, por supuesto, tenemos que contrastar con los hechos y sus propuestas concretas.
Primero, los Jefes de Estado se reafirmaron en la importancia de esta Cumbre de París como la última oportunidad para conseguir mantener el cambio climático bajo control. De forma novedosa, el presidente Obama entonó el “mea culpa” e hizo hincapié en el hecho de que él había venido a París personalmente «como la mayor economía mundial y el segundo mayor emisor». Continuó diciendo que «los EE.UU. no solo reconocemos nuestro papel en el origen de este problema, sino que asumimos nuestra responsabilidad de hacer algo al respecto.» Xi Jinping, presidente de China, dijo por su parte que» la lucha contra el cambio climático es una misión compartida para la humanidad» y añadió que «la conferencia de París no es la línea de meta sino el nuevo punto de partida». Como punto positivo, también expresó el objetivo de «lograr un acuerdo amplio, equilibrado, ambicioso, y vinculante» y expresó su confianza en que la conferencia de París «dará resultados satisfactorios».
Incluso el presidente Putin reconoció que «el cambio climático se ha convertido en uno de los desafíos más graves a los que la humanidad se enfrenta», y que «nuestra capacidad para abordar con éxito el problema del cambio climático va a determinar la calidad de vida de todas las personas en el planeta». Rusia considera que el acuerdo de París debe ser «integral, eficaz y equitativo», que debería ser jurídicamente vinculante, y con la participación de los países del Sur en su aplicación.
Ahora bien, ninguno de los líderes aprovechó la ocasión para mejorar sus contribuciones en términos de reducciones adicionales de las emisiones de gases de efecto invernadero (ni siquiera China al decir que se comprometerían en alcanzar su punto máximo de las emisiones «lo antes posible», a más tardar en 2030):
- Lo dicho por EEUU y China es conforme a lo esperado antes del inicio de la cumbre: políticamente atractivo y científicamente insuficiente.
- Rusia es el patito feo de las negociaciones: se comprometen para 2030 a las mismas reducciones de GEI que ya tenía para 2020… y que además no cumplió.
- La UE tiene un compromiso mucho mayor que otros países del Norte (al menos 40% de reducción en 2030 respecto a 1990) pero tiene un liderazgo flojo en estas negociaciones en comparación con su capacidad de influencia y sus buenas prácticas en torno al cambio de modelo energético.
Con esta hoja de ruta, las emisiones de gases de efecto invernadero será tal que aumentará la temperatura en mucho más de 2°C al final del siglo, es decir dentro de los peores escenarios previstos por los científicos. Es por tanto, de cara a los objetivos fijados por los propios jefes de Estado, totalmente insuficientes: el clima no se salvará solo con bonitos discursos.
Al mismo tiempo, varios de ellos sí anunciaron la financiación y la cooperación con países del sur como la transferencia de tecnología, instrumentos de mitigación del riesgo climático y apoyo en la presentación de informes de monitoreo y verificación de emisiones. El presidente chino subrayó que los países del sur deben continuar con su compromiso de movilizar una financiación anual climática de 100 millones de dólares para 2020 y «proporcionar un apoyo más fuerte después». El Presidente de Níger, Mahamadou Issoufou, dijo que África con un 2% de las emisiones mundiales está experimentando el calentamiento más alto que el promedio mundial y es una víctima de los contaminadores. Pidió además que la conferencia de París esté a la altura del principio de «quien contamina paga».
La mayoría de los países del Norte expresaron su intención de continuar proporcionando financiamiento para el clima, pero por desgracia sin compromisos explícitos después de 2020. Noruega dijo que duplicará su contribución si se incluye la reducción de emisiones verificadas de la deforestación reducida y degradación de los bosques y Japón dijo que su contribución a la financiación para el clima en el año 2020 será de 1,3 veces su nivel actual. Luxemburgo destacó su contribución, que es adicional al 1 % del PIB que se dedica a la ayuda al desarrollo. Por su parte, el Presidente de la Comisión Europea Juncker recordó que la UE destinará 14,5 mil millones de euros en 2014 para la acción climática en los países del sur, y dijo «vamos a hacer más, y debemos hacer más en los próximos años. Otros deben seguir nuestro ejemplo».
Ninguno de los líderes de los países del Norte fue lo suficientemente valiente como para reconocer que las emisiones globales de carbono tendrían que ser eliminadas en 2050 para permanecer dentro de los límites seguros de los 2ºC, y mantener el objetivo de debajo de los 1,5ºC. Tampoco se puso encima de la mesa de forma contundente el fin de las subvenciones públicas a las energías fósiles, paso imprescindible para la transición hacia un modelo energético 100% renovable.
Se da por tanto un giro a una nueva dinámica mundial para la transición a una economía baja en carbono, un compromiso sin precedentes – aunque con el reconocimiento de que todavía no es suficiente para limitar a 2ºC. En palabras de Juncker «las promesas no serán suficiente, necesitamos un acuerdo sólido, duradero y vinculante que refleje una visión a largo plazo de la economía libre de carbono, cuya implementación será paulatina y cuyo nivel de ambición se incrementará de ser necesario.» «Cada día nuestros ciudadanos, nuestras empresas, nuestras sociedades civiles están haciendo de la transición energética una realidad. Para que sus esfuerzos tengan éxito necesitan este acuerdo de solidaridad y responsabilidad. Tenemos que darles eso. Podemos lograrlo aquí en París».
Y para lograrlo, necesitamos también hechos palpables, no solo palabras, y de aquí al final de la cumbre unas contribuciones climáticas a la altura del reto climático.