ALARMA EN APPLE POR LA OLA DE SUICIDIOS DE SU PROVEEDOR CHINO

¿Recordáis la escena? El sótano lúgubre y húmedo del taller clandestino donde se hacinan hombres, mujeres y niños, mostrando la cara más sórdida de Barcelona. Hacía frío y las estufas de gas habían caldeado apenas el ambiente antes de sumirlos en el sueño traicionero de la muerte dulce. Algo queda suspendido en la niebla, la queja de los muertos. Esos muertos amortajados en sacos negros que el mar escupe acusador. Es una de las escenas más estremecedoras de la película de Alejandro González Iñárritu “Biutiful”.
Me imagino la misma expresión resignada, vencida, desesperada, en los rostros de los suicidas. Hombres y mujeres de carne y hueso, no imágenes en la pantalla; hombres y mujeres con un nombre, una historia y una vida demasiado dura para poder soportarla. A mitades de febrero suenan las alarmas. Se investiga al proveedor chino de Apple por una ola de suicidios. Y se habla de las tremendas condiciones de trabajo en fábricas y talleres. Es fácil imaginarlas, están cada vez más cerca de nosotros. Y la triste desesperación se cuela como una corriente fría entre la gente. Sin trabajo, sin casa, sin dinero, comiendo de la caridad, vistiendo de la caridad. Sin fuerzas para seguir. Mendigando un trabajo, cualquiera, sea como sea. Hasta que un día el aire se hace demasiado espeso y nos ahoga el alma.
Hacemos lo que tenemos que hacer- repiten machacones los políticos. Era preciso para salir de la crisis- repiten y repiten. Yo no entiendo de economía, lo confieso. Ni de leyes laborales, ni de mercados. Pero sé lo que es un ser humano, sé cuáles son sus derechos inalienables, por encima de cualquier ley. Sé que un sistema que hunde a las personas hasta tal punto que desean no seguir viviendo es perverso. Sé que la esclavitud se abolió, pero que sigue existiendo. Sé que nacimos para ser libres, iguales, fraternales. Sé que me da asco este sistema. Sé que no hay excusa para abusar de los más débiles. Sé que no hay excusa para rendirse.