Tengo una botellada

Los políticos nos reiteran hasta la saciedad que “hemos vivido por encima de nuestras posibilidades”, haciendo responsable al pobre ciudadano de una crisis, que él no ha generado, y que sin embargo, sufre en sus espaldas. Y por ello ahora nos toca apretarnos el cinturón, es decir, asumir uno tras otro recortes sociales, renunciar a lo básico, paralizar toda actividad económica del Estado, congelar pensiones recortar en sanidad, educación, investigación… Hay que actuar con responsabilidad, nos decían cada vez que el gobierno de Zapatero aplicaba un recorte y el Partido Popular lo criticaba por no ser suficientemente profundo, estructural y serio. Ahora es Rajoy quien realiza esos mismos recortes, con similar crítica de su enemigo político por antonomasia. Y ambos, PP y PSOE, parece que están de acuerdo en que Madrid tiene que gastarse otro dineral en intentar convencer (otra vez, y van tres) a unos tipos de que nos dejen gastarnos aún más dinero en organizar unos Juegos Olímpicos en 2020.

La cosa suena a recochineo. Madrid es una ciudad arruinada por un ex-alcalde hoy ministro de Justicia (ironías del destino) que decidió que todo gasto cuyo beneficiario fuera una constructora era poco. La ruina es visible por toda la ciudad: obras que comenzaron y nunca terminaron, subidas de impuestos injustos, ausencia de gasto social, paralización de las subvenciones, deudas con proveedores… En Chamberí demolieron un estadio para construir otro mejor -y con muchas gradas olímpicas y aparcamientos, claro- y una vez demolido constataron que no había dinero para construir el nuevo: ahí está la parcela del Vallehermoso arrasada esperando tiempos mejores.

Madrid no tiene un duro. Ana Botella, la nueva alcaldesa, lo sabe. De hecho, ha tenido la brillante idea de proponer el voluntariado para poder poner en funcionamiento espacios públicos. Pero PSOE y PP, de la mano otra vez, deciden que no podemos vivir por debajo de nuestras necesidades. Y nuestras necesidades irrenunciables parecen ser sólo una: los Juegos Olímpicos. De las otras candidaturas todavía no hemos tenido datos: ¿cuánto costó la fracasada candidatura de 2016? No se sabe. Hubo una movilización popular para pedir cuentas claras y nunca se respondió. Sólo hemos sabido algunas cantidades que se entregaron a la Fundación que dirigía Urdangarín para la promoción de la candidatura (aunque hubieramos preferido no conocerlo…)

Como ante cualquier despilfarro nos explicarán que genera muchos ingresos: lo dijeron en la boda real de Felipe y Letizia (nunca aclararon cuánto nos costó a la ciudadanía de Madrid ni al conjunto de la española, pero nos explicaron que vendrían muchísimos turistas atraídos por la boda del siglo); lo dijeron con las Jornadas Mundiales de la Juventud del pasado verano; y, claro, con cada candidatura olímpica. Cuanto más oscuro es un gasto, más rentable nos aseguran que será. ¿Por qué entonces no nos muestran cuentas claras para convencernos de la evidencia?

Supongo que cuentan con el fervor olímpico de la ciudadanía. ¿Están seguros de tal fervor? Propongamos que sea el pueblo de Madrid el que en referéndum se pronuncie sobre si quiere meterse en ese gasto o no. Si sale que sí, será un apoyo más a la candidatura (siempre nos explican que el apoyo popular -la ausencia de oposición- puntúa mucho); y si sale que no, podemos invertir el dinero previsto en gasto social, que además de ser casi tan «necesario» como el gasto olímpico, genera empleo (al referirse a la contaminación, la alcadesa ya advirtió que el paro esfixiaba más… pues que lo resuelva también).